Freud ya nos habló de la bisexualidad humana, esto indica que el posicionamiento hombre o mujer es un proceso, un recorrido hasta asumir una u otra posición sexual, que se define al concluir la adolescencia.
Lic. Nancy M. Garacotche
El amor toma suma importancia en las mujeres ya que a través de él intenta realizar algo del orden sexual, de su posicionamiento femenino.
Los hombres tienen un solo objeto de amor que es la madre y su rival el padre, quién le donará los atributos viriles para identificarse y asumir la posición masculina.
En el caso de la niña su primer objeto de amor es también la madre, pero desilusionada porque la madre no brinda el secreto de la femenidad (su lugar como mujer) la abandonará como objeto de amor y pasará al padre con la ilusión que éste como hombre le dará su lugar de mujer a través de donarle un hijo, (es decir a través de la maternidad) pero como esto no es posible por la prohibición del incesto, más adelante va a dirigir esta demanda a un sustituto, al partener quién si podrá darle un hijo. Pero la maternidad no es sinónimo de feminidad, sino que es uno de los lugares posibles para una mujer, por lo tanto la mujer puede quedar demandando a su partener (hombre) a través del amor (ser amada) ya que supone que siendo amada por un hombre obtiene su lugar de mujer, que él se lo dé. Es así que el amor puede encarnar las formas más locas intentando ser amadas a cualquier precio, quedando muchas veces en posiciones sacrificiales o masoquistas.
Una mujer que transita el recorrido hacia la posición femenina puede jugar a ser el objeto de deseo de un hombre, causar su deseo, sin quedarse en la posición masoquista de objeto, es decir jugar, tentar, seducir, pero poder salir también de ese lugar sin quedar atrapada, jugar a ser pero sin ser puro objeto.
Es importante en la segunda vuelta del Edipo, en la pubertad, como interviene la función materna y paterna, es decir que una madre o quien ocupe ese lugar no quede rivalizando con su hija y es también de suma importancia el amor al padre y del padre.
Es muy importante que un Padre con su mirada legitime a esta nueva mujercita que se está constituyendo. Si se mira a la niña y luego se confirma en la adolescencia con una mirada amorosa que aprueba la diferencia, es decir al sujeto real, no al ideal, se le estará otorgando dignidad a la diferencia particular que la hace única; diferenciándola de la madre le da la posibilidad de poder disfrutar de que cada mujer es particular, que no hay un modelo a alcanzar de “La Mujer” si no que cada una tiene una marca distintiva, un atractivo que la hace diferente. Si el recorrido hacia la posición femenina queda detenido o dificultado quedará en una insistente demanda al hombre que le dé su lugar de mujer.
En un espacio analítico se brindará la posibilidad de llevar adelante este recorrido hacia la posición femenina, pudiendo una mujer así disfrutar de su feminidad y salir de la triste y dolorosa insatisfacción, permitiéndole jugar el juego amoroso en lugar de padecerlo.
Lic. Nancy M. Garacotche
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